lunes, 16 de noviembre de 2009

No hay nada nuevo bajo el Sol

En mi clase de historia de la ciencia, nos hicieron investigar un poco sobre el positivismo en México. Debo de admitir que antes de esto no sabía nada sobre dicha forma de pensar. Quedé maravillado con estas cosas. Y fue más mi impacto cuando fui hilando los hechos que se llevaron antes, durante y después del porfiriato....

Mis ideas han ido avanzando y evolucionando según aprendo más. En un principio me consideré ateo, luego apóstata, y parece ser que ahora en otro el nombre que he adoptado...

Principios mínimos del positivismo mexicano:

I. La humanidad, como un conjunto, es un organismo que vive y crece, aunque formado de órganos separados, a saber: hombres y mujeres que le sirven.

II. Su progreso se ha señalado por las diferentes religiones que han existido desde los tiempos más remotos hasta nuestros días.

III. Todas han sido buenas y útiles en su época; pero han sido necesariamente invalidas a medida que han crecido los conocimientos del hombre y que han surgido nuevas necesidad.

IV. La última, el cristianismo, aunque en algún aspecto inferior a algunas de las más viejas religiones, fue, en el conjunto, superior a ellas, no en la credibilidad de sus asertos, sino en su utilidad personal y social.

V. El crecimiento del conocimiento positivo (o la ciencia) ha desacreditado de tal suerte las doctrinas cristianas, que ha llegado la época de su desaparición.

VI. Ninguna religión puede tener en el futuro influjo común, lo que es lo mismo, alguna utilidad, exceptuando las que se funden en la ciencia.

VII. No hay ninguna demostración de la existencia de Dios o de la inmortalidad de lo que llaman los cristianos “el alma”. Por consiguiente, ni afirmamos ni negamos esas doctrinas. Simplemente las hacemos a un lado como fundamentos de la religión.

VIII. El ser más grande y más benéfico que conocemos (aunque ni omnipotente ni perfecto) es la humanidad, es decir, el ser formado de todos los que en el pasado, en el presente y en el porvenir han contribuido, están contribuyendo y contribuirán al perfeccionamiento del gran ser al que pertenecen.

IX. A este ser deseamos ofrecer nuestro amor, servicio y veneración. No es Dios, pero ocupa el lugar de Dios. Cada uno puede servirle obrando de acuerdo con la máxima: "vivir para los demás".

X. En el servicio de la humanidad hallamos todo lo que era útil en el servicio de Dios.

XI. Las reglas de moral, generalmente aceptadas, se han supuesto que han sido reveladas y dictadas por Dios. En realidad se llegó a ellas por la reflexión de los hombres buenos y sabios de todas las edades, que, a no dudar, sinceramente se creían ellos mismos inspirados por Dios.

XII. Aceptamos esas reglas como el don, no de Dios, sino de la humanidad, y esperamos todavía un perfeccionamiento ulterior y continuo de ellas.

XIII. La necesidad más inmediata y urgente de nuestro tiempo es la formación de una sociedad religiosa universal fundada en los principios mencionados, en los que los hombres y mujeres de todas las naciones independientes y políticamente separadas estén unidos intelectual y moralmente, como los estuvieron los pueblos de occidente europeo, por la Iglesia en la Edad Media. Esa sociedad será un poderoso elemento para los buenos, aun cuando sus adeptos sean solamente una fracción pequeña de la población.


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